Gusano

La cascara de una nuez está vacía. Sobre el pasto, abierta en dos mitades, acumula en su interior elementos que van apareciendo. Hojas, semillas, bichos muertos, ramas, polen, polvo y mas. La lluvia pasa, antes y después, el viento tambien. Un mullido colchón de moho corona el conjunto de fragmentos casuales.

El gusano que llega encuentra el lugar justo para descansar. Se acomoda y mira hacia arriba. El cielo, una nube, un pájaro que vuela lejos. En el calor de la tarde el tiempo pasa lento.

Acobijado en la mezcla de desechos, que inducen un estado narcotico, al gusano le recorre una vibración encantadora en todo el cuerpo. Las hojas que terminan en finas puntas son manos que saludan y el sol blanco es un ojo atento.

Un punto oscuro cruza el plano celeste del cielo. Alas purpuras de una mariposa que se acerca hasta hacerle cosquillas con las antenas. Se miran despacio, pueden ver en el fondo de sus ojos. Queda quieto con una mueca sonriente y luego la mariposa sigue su camino.

Una telaraña flota en el aire. La sombra proyectada en el pasto tiene la forma de una lengua. Los pensamientos enmarañados del gusano van y vienen. Hay señales en todas partes. Se siente doble.

Un ruido de lejos lo pone alerta, escucha. Más tarde siente algo que no conoce. Las ondulaciones transparentes en el aire llegan dese arriba. Pero debajo, la tierra humedecida por las lluvias, blanda y porosa, comienza a succionar en un lento ejercicios inconsciente las dos partes de la cascara. El gusano entra de a poco en un sueño espeso.


Federico Rubí