Los cúmulos
Me encantan los cúmulos de pintura con caras que pinta MFH, tal vez no todo el
mundo lo sepa, tal vez en algunas pinturas no sea fácil rastrear esa genealogía
del oficio de pintora, pero cada vez que visitaba a María en su taller me quedaba
(yo) fascinada por esos montones de pintura que retorcidamente (ella)
acumulaba en tachitos de atún vacíos. Había cuatro o cinco, tal vez diez o veinte.
Se iban reproduciendo, en mi opinión, cuando nadie los veía.
No se cuando María empezó a pintarlos. Es decir, a incluirlos en sus Obras, a
darles un papel en las pinturas principales. Los Cúmulos de Pintura estaban
conformados por restos de oleo que, al sobrar, secarse, ser abandonados, iban a
parar a esas tortas escultóricas condensadas.
Claramente se iba gestando algo al margen porque María comenzó a incluirlos en
sus pinturas. Es decir, empezó a pintar la pintura excedente, o también podría
decirse , empezó a pintar lo que no servía para pintar, o que como Gepetto a la
materia de Pinocho, María insuflo pintura a la pintura inerte. El óleo fue fundado
como forma y contenido.
Como sea que se diga lo que sucede es que esos puddings empezaron pronto a
tener caras (de cara carecen los personajes principales que pinta María y cuyas
cabezas penden como, podríamos decir: ¿un testículo? A esta altura ya se puede
inferir el condimento surreal de las obras: cúmulos con caras, caras como
testículos, brazos inexplicables y no sigo para no abrir demasiado el panorama,
que imagino ya se comprende.
Y entonces recurro a dos cosas que se saben: el surrealismo trata entre otras
cosas de los sueños y, los sueños toman como material los significados flotantes,
restantes, sobrantes, complejos de las experiencias que la psique desecha por
diversos motivos.
Pienso lo siguiente: los cúmulos son una clave de lectura. La cara de los cúmulos
es como la cara del búho que ve en la oscuridad, es decir , que sabe más que el
resto. Porque esos cúmulos saben que en la pintura de María, (ella) nos muestra
su subconsciente. Cúmulos igual a búhos. Búhos que saben algo intrincado,
peligroso, obsceno, dudoso. Cúmulos como súcubos.
Es llamativo que María use a las latas de atún como copas porque aunque no lo
sean igual cumplen la función de “cristalizar” el sueño, así como una explosiva
copa de helado cristaliza un deseo de existencia romántica, la copa metálica de
apretado pez suplantado por pintura rostizada materializa, o por decirlo en una
función aceitosa como el oleo, erotiza, vaya uno a saber que deseos
inconfesables... ¡pero que están!
¡Atención los colados que pueden ser más importantes que los invitados!, dice el
poema de Ricardo Zelarayán en Lata Peinada, y estos cúmulos se colaron
descaradamente.
Laura Códega