La primera imagen que se conoce es la de una mujer arrodillada en el piso (¿alfombrado?) de una habitación, desnuda, junto a una cama con las sábanas desordenadas; dibuja y pinta rostros de mujeres en unas hojas blancas de tamaño escolar. La luz que ilumina la escena es blanca, cenital, probablemente artificial, por lo cual la imagen casi seguro es el retrato de algo que sucede de noche.
Por la altura a que se encuentra la mirada de quien observa, la imagen, también podría haber sido hecha, o al menos registrada, por alguien que estuviese de pie, en la misma habitación y compartiendo la atmósfera de intimidad, a unos metros de la mujer.
Podemos imaginar que la mujer y quien ha registrado su imagen pintando rostros de mujeres en el piso han hecho el amor y luego ella, presa de un impulso creativo, ha salido de la cama para volcarse a los retratos. Lo que dibuja son rostros que han sido dibujados por otros. Su cara, la cara de la mujer inclinada en el piso, queda oculto por su posición. Su cabeza es desmeduradamente grande, su cuello delgado, sus pechos punteagudos.
Los dibujos que copia en las páginas escolares son deformaciones de representaciones de rostros femeninos clásicas. Son retratos de retratos, retratos que parecen venir de las formas más que ir hacia ellas.
La mujer que dibuja busca probablemente su rostro en las imágenes de esos retratos de rostros algo desdibujados, borrada parcialmente su imagen. Quizás mientras dibuja la mujer se pregunta : “¿qué es una forma?”.
Dibujo de una mujer sin rostro que dibuja rostros de mujeres.
Una rosa es una rosa es una rosa, escribió Gertrude Stein. La frase pasa por ser el mejor ejemplo de cierta tautología conceptual. Pero en realidad, cada vez que usa ese “rosa” , la palabra se desdibuja, cambia, se transforma.
Se vuelve otra.
Una rosa no es una rosa no es una rosa.
¿Qué es una rosa? ¿Se entiende?
Ezequiel Alemian